miércoles, 22 de agosto de 2007

Fútbol y Literatura: La tarde que fui "Palermo"

Los jugadores insisten
en demostrarnos, mientras rueda un balón

que la fantasía, el juego,

nos hacen no sólo sobrevivir, sino sobre todo vivir.
Miguel Bayón

Las mieles del éxito seguían acompañando a Defensores Unidos de Santa Teresita. Ganador invicto del difícil torneo en Dolores, debía mostrar que lo hecho no era mera casualidad y para ello era necesario estar al 100% de las condiciones físicas y futbolísticas.

El plantel integrado por jóvenes promesas, que dejaron de serlo tras conquistar el único titulo de una institución costera en Dolores, sabía lo complicado que resultaba el siguiente encuentro: el debut ante Independiente de Castelli, ciudad vecina del primer pueblo patrio, como lo marca la historia.

Y la historia marcaba que el “tricolor” no debería de tener inconvenientes a la hora de conquistar los tres puntos, pero como todo compromiso inicial, siempre están los temores de cometer errores, que luego serán corregidos con el correr de los encuentros.

Con el fichaje estrella de Nicolás Pieroni, valuarte de Social Santa Teresita, el plantel del CADU sentía la obligación de ser nuevamente protagonista con un plantel, que lejos de estar diezmado, se había fortalecido con la llegada del atacante “albirrojo”. La incipiente llegada a Castelli tuvo de pronto un interrogante para los dirigidos por el gran “Tito” Lugo: ¿Cómo se mantendría el equipo titular?

Difícil pregunta pero fácil la respuesta. Si hay algo que siempre caracterizo al allenatore “tricolor”, fue mantener en la memoria a los once titulares, salvo cuestiones insalvables, como lesiones, suspensiones, etc. Sabiendo que contaba con un enorme potencial, los vigentes campeones, salieron al verde césped del equipo “rojo” de Castelli con una misión: lograr los tres puntos.

Las cosas, cuando la redonda comenzó a girar, se mostraron más sencillo de lo habitual. Luciendo resplandeciente una nueva marca en la casaca (Kiosco Dorcas), la “naranja” mostró interesantes niveles de producción en los primeros instantes del cotejo, como para que aquellos que pensaban que se iba a caer, dejen de hacerlo.

Aceitado el mediocampo con un Chazarreta dúctil a la hora de desprenderse del balón, la propiedad del mismo comenzó a ser exclusiva de los de Santa Teresita, a tal punto que de los pies de Pablo Caballero, nació la primer jugada de real peligro, cuando intento sorprender al portero local con una deliciosa vaselina, que no prosperó por la rapida intervención del uno.

Sin recibir demasiados ataques de parte de Independiente, la defensa visitante, mediante las incursiones laterales de Lazarte por izquierda y del “negro” Tiscornia por la derecha, comenzó a erigirse como una nueva arma ofensiva. El despliegue por ese entonces del tandem Chazarreta-Caballero, era lo mas interesante del visitante.

Hasta que llegò el primer desnivel en el partido: desborde a lo “Loco” Houseman de Pieroni para la tranquila y soberbia definición del artillero más espectacular (por los números), que vieron las divisiones inferiores de La Costa: Gerardo “Geri” Jiménez.

Tómelo o déjelo, pero esta clase de jugadores son los que no te perdonan una dentro del área y encima le agregaba una cuota de velocidad y habilidad no muy frecuente en un jugador de gran porte, que en definitiva, era lo que marcaba diferencias con otros referentes del gol.

Por historia, cada vez que el CADU marcaba la ventaja inicial, era muy obsecuente pensar en una remontada del rival. Ya lo dijimos, si hay algo que le sobraba al equipo de Santa Teresita era seguridad.

Leandro Pino, más allá de algunas intermitencias, se mostraba como un arquero seguro; el lateral derecho era una pasarela que solamente era transitada por el “negro” Tiscornia, una especie de Hugo Ibarra a la costera; en la zaga central y continuando con el color, se mostraba Roberto Fariña, que muchas veces confundió carácter y personalidad con fiereza y brusquedad, pero que igualmente se mostraba seguro a la hora de mantener el cero en su arco; otro de los que mostraba la chapa era Juan Machado, “Juanchi”, un verdadero guerrero en todas las canchas; por su parte el lateral izquierdo tenia en Ulises Lazarte la consistencia de un jugador que sabiendo sus limitaciones, siempre puso su cuota de sacrificio y voluntad.

A todo esto, entre descripción y descripción del equipo, y lejos de quedarse en los albores de los laureles, la segunda diana para Geri y la primer anotación en el torneo para Pablito Caballero, fueron lo mas salientes de un primer tiempo efectivo para los de Lugo.

La etapa complementaria, mas tranquila para los visitantes, encontró las primeras dudas en el fondo “tricolor” cuando no se pusieron de acuerdo Fariña y Pino para el rechazo de un balón, situación que fue canalizada por el centrodelantero local, pero que no pudo finalizar por la infracción del “duro” Fariña.

Amonestación, algunas protestas y ademanes, no pudieron torcer el desenlace desde los doce pasos. Descuento y esperanza para el local, que igualmente sabia que la misma podría ser considerada un oasis en el desierto.

Esto despertó y comenzó a alimentar la ira futbolística que siempre mostró el CADU cuando su arco era vencido. Nuevamente como cerebro de cada una de las jugadas, Caballero se calzo el equipo al hombro y fue decididamente en busca de la cachetada final para no tratar de que el “rojo” pudiera despertarse.

El trajinar de un incansable Hugo Chazarreta, bien complementado con el quite del volante tapón Martín Lazarte, le simplificaron mas las situaciones a Pablito, que disponía de un abanico de oportunidades ofensivas en Pieroni, Jiménez o Aranda.

Era tentadora la velocidad de Pieroni como así también la rapidez mental del zurdo Aranda, pero todos los ataques siempre desembocaban en la cabeza llena de gel del gran goleador.

Y fue nuevamente Jiménez el que puso las cosas en su lugar al batir por cuarta vez, tercera en forma personal al indefenso arquero de Independiente.

Cuando la tarde comenzaba a despedir al Rey Sol, una situación pocas veces vista dentro de un campo de juego, comenzó a gestarse en los últimos minutos. Ya vencida la resistencia del local, que en realidad nunca fue, el colegiado marco infracción sobre Pieroni dentro del área, por lo que según marcan los reglamentos, debía ejecutarse la pena máxima: el penal.

Nunca hubo discusiones ni enfrentamientos por quien era el dueño de la redonda, de hecho, todos descansaban en Caballero por su gran pegada, pero en ese momento, la voz de mando desde el banco de relevos, situó a Fariña como el encargado de transformar el penal por gol.

Mirando fijo al arquero y anunciándole que por quinta vez debía buscar el balón dentro de la red, el robusto zaguero central, lentamente fue en busca de lo que todos suponían. Sin embargo, vaya uno a saber porque, el desenlace no fue el previsto.

La diosa fortuna de los doce pasos impidió que Fariña conquistara su primer gol con la camiseta del CADU. La pelota viajo lejos del alcance del arquero pero también lejos de la portería.

Una sonrisa socarrona fue lo primero que se le dibujo en el rostro al zaguero central, que trataba de buscar explicaciones donde no las había.

“No importa Rober, dale no te caigas” fueron las palabras del “turco” Dolabani desde el banco de suplentes, tratando de alentar a Fariña. Es mas el solitario y solidario gesto paternal de Tiscornia, mostraba que el equipo, bajo ninguna circunstancia, debía caerse ante esta oportunidad fallada.

Pero el fútbol da revanchas, y llego rápido nomás, porque a poco del final, una incursión (enésima), de Pieroni en el área local, desemboco nuevamente en la ejecución de un tiro penal.

Fue unánime el pensamiento de los diez titulares restantes: el penal debía shotearlo nuevamente Fariña. A partir de ese instante, camino a acomodar el balón, un mar de dudas sacudió la enorme cabeza del Nº 2: ¿como lo pateo?. Acaso un jugador debe tener dudas en ese momento. Acaso un zaguero central de buen porte, con buena pegada como mejor virtud debía dudar de cómo acomodar el balón lejos del alcance del arquero.

Penal bien pateado es gol, y de eso no hay ninguna duda, por lo tanto, la incógnita devenida en ecuación debía ser resuelta con suma facilidad.

Pero lo increíble del fútbol es que uno así como puede escribir páginas gloriosas también puede dejar indelebles páginas que quedaran en el olvido y no justamente por alguna hazaña.

Si, nuevamente el penal fue malogrado por Fariña, que ya no disponia de excusas valederas para justificar semejante yerro. No obstante, el pitazo del juez principal, abrió la luz de esperanza para la reivindicación.

El arquero se había adelantado y el penal tenía que ser ejecutado nuevamente. Pero por ¿Fariña? A esa altura y con el resultado volcado decididamente a favor del visitante, no dejaron demasiado margen para la duda, pero si el score hubiese sido otro.

Esas son las respuestas que jamás llegaron como nunca llego tampoco el penal convertido por Fariña, que por tercera vez en un mismo partido, no pudo doblegar a un arquero que había sido vencido en cuatro oportunidades de distancias mucho mas grande que los doce u once metros que separan al jugador con el arquero.

Igualmente quédese tranquilo, el rebote si fue capturado por el jugador que marco el 5 a 1 definitivo y contribuyo al eficaz ataque del CADU con su primer gol con la camiseta “tricolor”.

Quien iba a decir que tiempo después un tal Palermo volvería a ser lo mismo en un campo de juego vistiendo en esos momentos la camiseta del seleccionado argentino.

Roberto Fariña.

Matías Schenón para sangretricolor.blogspot.com

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